La entrada de los romanos en Hispania se produce cuando la presencia cartaginesa en la península alcanza su mayor importancia, especialmente en el siglo III a.C. Hasta la aparición de los primeros problemas con la potencia surgente (Roma) en el año 226 a.C. se establece un pacto entre Cartago y Roma que divide la península en dos zonas de influencia. El conflicto de Sagunto en el año 219 a.C. provocará la entrada de tropas romanas en el 218 a.C. a través de Ampurias, dirigidas por Publio Cornelio Escipión y su hermano Cneo. Sin embargo este primer ejército fue derrotado por los cartagineses en la batalla de Castulo (212 a.C.). Al año siguiente desembarcó otro Publio Conelio Escipión, hijo del primero de los anteriores y conocido en el futuro como "Africano" porque vencerá años después a Aníbal en Zama, que tomó Cartago Nova en el año 209 a.C. y acabó con los cartagineses en la batalla de Ilipa. El final de esta fase de la conocida como Segunda Guerra Púnica provoca que Hispania se convierta en Provincia romana "de facto".
En el año 197 a.C. la península fue dividida en dos provincias encomendadas a Pretores: Hispania Citerior e Hispania Ulterior, situándose el límite de ambas cerca de Cartagena.
Tras las revueltas de los lusitanos dirigidos por Viriato, la guerra celtibérica de mediados del II a.C. y la caída de Numantia en el año 133 a.C. a manos de un tercer Escipión, conocido como "Emiliano" y "Numantino", Roma envía a la península una comisión de diez senadores para establecer el sistema provincial definitivo y sus leyes. Desde entonces hasta finales del I a.C. la presencia romana es constante. Se conquistan las Baleares, comienza un período de paz, se fundan las colonias, se construyen calzadas y el latín entra a formar parte de la vida de los habitantes peninsulares.
No obstante, el siglo I a.C. tendrá a Hispania como protagonista de buena parte de los conflictos internos de Roma. La guerra civil entre Mario y Sila tendrá su episodio bélico en el norte peninsular con la rebelión de Sertorio, antiguo gobernador de la Citerior. Cneo Pompeyo Magno, un general legendario, entrará en la península y le derrotará, terminando el intento secesionista en el año 72 a.C.
Poco tiempo después el mismo Pompeyo y su gran rival, Julio César, tendrán en Hispania enfrentamientos muy relevantes en la nueva guerra civil romana. En Lérida y Munda (Córdoba) se desarrollarán combates que acabarán con el dominio pompeyano en el año 45 a.C.
En el 27 a.C. el emperador Octavio Augusto reestructuró Hispania: la Citerior pasará a llamarse Tarraconense -provincia imperial, ocupando el mismo territorio- y la Ulterior se dividirá en Betica -provincia senatorial- y Lusitania -imperial-compartiendo un territorio que verá sus límites modificados a lo largo de la historia. El Emperador rematará la conquista total de Hispania incorporando los territorios de cántabros y astures al norte del Duero en el año 19 a.C.
El avance de los reinos cristianos en la Península Ibérica fue un proceso lento, discontinuo y complejo en el que se alternaron períodos de expansión con otros de estabilización de fronteras y en el que muchas veces diferentes reinos o núcleos cristianos siguieron también ritmos de expansión distintos, a la vez que se remodelaban internamente a lo largo del tiempo (con uniones, divisiones y reagrupaciones territoriales de signo dinástico); y a la vez que, también, cambiaba internamente la forma y fuerza del poder musulmán peninsular al que se enfrentaban (que experimentó diversas fases de poder centralizado y períodos de disgregación).
Siglos VIII-X. Completada la conquista en apenas un lustro (711-716), al margen sólo queda una estrecha franja montañosa en el Norte. Su principal esfuerzo hasta el siglo X irá dirigido a consolidar nuevas estructuras político-institucionales sobre unas realidades socio-económicas en transformación (el asentamiento masivo de población huida del avance musulmán), configurando las bases del feudalismo en la Península. Al Oeste se afianzó el reino asturiano, extendiéndose entre Galicia, el Duero y el Nervión. Al Este laMarca defensiva carolingia germinará en diferentes núcleos cristianos pirenaicos.
Siglos XI-XII. La disgregación del Califato (Taifas) facilitará un lento avance cristiano por la Meseta norte y el valle del Ebro, consolidándose institucionalmente los reinos. Ello será financiado con las imposiciones tributarias (Parias) a que sometieron a los reinos musulmanes, convirtiéndolos virtualmente en protectorados. Es un período de europeización, con la apertura a las corrientes culturales continentales (Cluny, Cister) y la aceptación de la supremacía religiosa de Roma. El avance castellano-leonés (Toledo, 1085) provocó sucesivas invasiones norteafricanas –Almorávides y Almohades- que evitaron el colapso de la España musulmana. La repoblación entre el Duero y el Tajo se sustenta en colonos libres y concejos con amplia autonomía (fueros), mientras que en el Ebro los señoríos cristianos explotarán a la población agrícola musulmana.
Siglos XIII-XIV. La alianza entre los reinos cristianos (Navas de Tolosa, 1212) logra el definitivo derrumbe del Al-Andalus, conquistando con gran celeridad el sur peninsular (salvo Granada). Una expansión protagonizada por las coronas de Castilla y Aragón generará determinados problemas: la absorción de un enorme volumen territorial y poblacional.
Siglo XV. La supervivencia del reino nazarí de Granada responde a varias razones: su condición de vasallo del rey castellano, su conveniencia para éste como refugio de población musulmana, el carácter montañoso del reino (complementado con una consistente red de fortalezas fronterizas), el apoyo norteafricano, la crisis castellana bajomedieval y la indiferencia aragonesa (ocupada en su expansión mediterránea). Además, la homogeneidad cultural y religiosa (sin población mozárabe) proporcionó al Estado granadino una fuerte cohesión. Su desaparición a finales del siglo XV –además de por sus interminables luchas dinásticas- se ensarta en el contexto de la construcción de un Estado moderno llevado a cabo por los Reyes Católicos a través de la unificación territorial y el reforzamiento de la soberanía
El Imperio de Carlos V, formado por las herencias de sus abuelos paternos, Maximiliano yMaría (Austria y Boegoña) y maternos, Fernando e Isabel(Aragón y Castilla), y de clara inspiración ermista, estaba integrado por una heterogénea asociación de reinos, principados y ciudades sobre los que se ejercía un poder dinástico, completamente independiente de cada uno de los pueblos y constituido por encima de ellos en torno a una familia. Un Imperio articulado por la lealtad de los súbditos a la persona del Emperador, pero que no descansaba en una estructura política con firmes instituciones imperiales, tenía que apoyarse, en lo que a recursos económicos se refiere, en los núcleos borgoñón y castellano.
La diplomacia imperial se basó en el logro de alianzas dinásticas:Carlos V se casó con Isabel de Portugal y su hijo Felipe lo haría con María, consiguiendo de este país una "neutralidad amistosa" después de que se resolviese el litigio de las Molucas en favor del reino lusitano a cambio de una indemnización; las buenas relaciones con Inglaterra eran una preocupación primordial del Emperador, ignorando en la práctica el repudio de Catalina de Aragón por Enrique VIII, cuyo resultado, aunque de escasas repercusiones internacionales, sería el matrimonio de Felipe II con María Tudor; y con Dinamarca, a la sazón preponderante en el Báltico, se inició una aproximación beneficiosa con el casamiento deCristián II con la hermana del Emperador, Isabel de Borgoña.
Si en el programa político la defensa de la Cristiandad frente a los enemigos interiores y exteriores constituyó un objetivo inexcusable, la lucha por la hegemonía en el continente fue otro no menos importante. Ambos se complementaban. Para Carlos V, la unidad de la Iglesia y el predominio del Imperio eran dos realidades indisolubles. Pero esta lucha desaforada por la detentación del máximo poder político en Europa tuvo contrincantes muy poderosos: Francia, en primer lugar, preocupada por el problema de Borgoña y por la expansión territorial en Italia; Turquía, dominadora de la costa africana y del Mediterráneo central y penetrando alarmantemente en el mismo corazón de Europa (sitio de Viena de 1529); la defensa a ultanza de las "libertades germánicas" por los príncipes y grandes ciudades alemanas ante el menor intento de reforzamiento de la autoridad imperial; y, finalmente, aunque parezca paradójico, el mismo Papado, empeñado en la consolidación de su poder temporal frente al establecimiento de los dominios imperiales en el Norte y Sur de Italia y opuesto a toda reforma disciplinar de la Iglesia en contra de lo promulgado por elEmperador.
Este frente antiimperial, expresión política de los ingredientes disgregadores de los tiempos modernos (monarquía nacional, valoración de lo práctico sobre lo ideal, espíritu de crítica religiosa, ect.), dio al traste con los ideales de una Cristiandad unida, al mismo tiempo que hizo fracasar la política imperial en Europa tras la angustiosa falta de recursos y la decepción alemana, no obstante los reiterados intentos de conciliación.
Las renuncias de Bruselas de 1556 señalan el fin de este Imperio"universal" sancionando de derecho la ruptura política del continente europeo. Las dos partes en que quedaría dividido serían, por una parte, el Imperio hispánico de Felipe II, basado en un absolutismo político, monopolio económico y autoritarismo católico (Contrareforma) y, por otra, las posesiones de la casa habsburguesa, coronas de Bohemia y Hungría, más el centro imperial paraFernando I, quien, después de firmada la Paz de Augburgo de 1555, aceptó implícitamente la preponderancia de los príncipes alemanes, dueños del poder político ante la anulación de la autoridad imperial y de las conciencias por el principio.
El tratado, hecho el 24 de octubre de 1648, supuso el fin de la guerra de los treinta años, la cual se extendiera por toda Europa enfrentando a católicos y protestantes.También significó el fin de la guerra entre España y Los Países Bajos que durara 80 años.Otra consecuencia reseñable fue la pérdida de poder del emperador del Sacro Imperio (Fernando III de Habsburgo) lo cual dio más autonomía a los más de 350 estados resultantes.
El hecho más resañable de esta época es la unión de España y Portugal. Esto se produjo por el hecho de que el rey portugués Don Sebastián murió sin descendencia y a causa de los pactos matrimoniales de los RR.CC. Felipe heredó su corona.
En cuanto a la política externa Felipe II prosiguió con la ideología de su padre. Con ayuda de la Santa Sede volvió a derrotar a los turcos, pero el problema con el protestantismo se agravó en Flandes. Los flamencos recibieron ayuda de los protestantistas alemanes, franceses e ingleses. Esto afectó gravemente a la relación de España e Inglaterra que hasta ahora había sido bueno ya que Felipe II estuvo casado con María Tudor, que fue reina de Inglaterra antes de Isabel I.
En esta época España encarna el primero de los imperios modernos. La causa de ello es la basta extensión de territorios que hereda Carlos I. De sus abuelos Isabel y Fernando recibió Castilla y sus colonias de América, Aragón y sus territorios en el Mediterráneo, Navarra y algunas plazas en el norte africano.
De Maximiliano de Austria y María de Borgoña hereda Austria, los Países Bajos y el Franco Condado.
A pesar de la grandeza del imperio español este tenía sus competidores. Un claro ejemplo era Francia aunque finalmente España consiguió la victoria y adquirió el Milanesado .
Otro peligro para España era el imperio Otomano contra el cual Carlos I ni triunfó ni fracaso, ya que conquisto Túnez pero las tropas imperiales fueron derrotadas en Argel.
En esta época Europa estaba dividida en países tradicionalmente feudales y católicos, como España, y los países más nórdicos que seguían corrientes más progresistas y como religión tenían el protestantismo. Carlos I luchará durante todo su reinado para conseguir una Europa uniforme bajo el catolicismio, esa misión la proseguirá su hijo Felipe II
Los musulmanes llegaron a la península en el año 711 d.C. y tardaron relativamente poco en conquistar la península. Esto se debe a la gran superioridad tecnológica musulmana frente a los reinos visigodos que había en la península. Uno de los campos donde más se avanzó fue en la agricultura ya que introdujeron nuevos cultivos , sistemas de riego etc... La resistencia cristiana se organizó en el norte debido principalmente a 2 causas:
-Primero la climatología, el ambiente frío y húmedo no era del agrado de los musulmanes.
-La segunda causa, y la más importante fue la abrupta orografía de la zona que permitía tender emboscadas y huir fácilmente.
Durante toda la edad media los cristianos llevarían a cabo la denominada reconquista, hasta que finalmente se acabo con el reino musulmán de Granada en 1492. Este proceso que fue tan lento seguramente no se hubiera logrado llevar a cabo si el califato e Córdoba no se hubiera dividido en Taifas que peleaban unas contra otras.
En la península ibérica existían muchos pueblos diferentes antes de la invasión romana.
Los Tartessos estaban situados al sureste penínsular, son el primer estado indígena del que hay testimonios prehistóricos debido a su comercio con los griegos. Su desaparición se achaca a la invasión cartaginesa.
Los íberos estaban situados en el este y sur. No eran un estado uniforme ni una sociedad, el término íberos hacia referencia a un conjunto de pueblos con una cultura similar y lengua en común. Tenían un desarrollo considerable, probablemente ligado a su contacto con pueblos colonizadores bastante avanzados(griegos, romanos, cartagineses....). Cabe destacar que tenían un alfabeto, monedas, ciudades amuralladas, diferentes estamentos o clases sociales...
Los celtas estaban situados por todo el norte peninsular. Su caso es como el de los íberos ya que su nombre denominaba a un conjunto de pueblos independientes pero muy similares. Mientras que los demás pueblos de la península eran preindoeuropeos los celtas eran un conjunto de pueblos indoeuropeos que llegaron a través de los Pirineos desde Europa central. Socialmente no estaban tan avanzados como los íberos pero tenían un gran dominio de la fundición.
Por último estaban los celtíberos en el centro de la península, se trataba de la unión de pueblos celtas e íberos.